Activistas
José Luis Arlanzón, gerente de ARANS-BUR y de MQD
"Pasé mi infancia entre asociaciones de personas sordas"
21/06/2013
Mario García
Ser hijo de padres sordos puede trazar el camino vital de un niño, aunque éste pueda tener otras inquietudes. Es lo que le ocurrió a José Luis Arlanzón, con casi cuatro décadas de trayectoria en el movimiento asociativo de las personas con discapacidad, singularmente en las de discapacidad auditiva, desde que a la tierna edad de ocho años signara las misas del entonces arzobispo de Burgos.
José Luis Arlanzón (Burgos, 1956) nació en el seno de una familia humilde de padres sordos, por lo que la lengua de signos se convirtió inevitablemente en su lengua materna, al igual que su hermana, menor que él. Ninguno de los dos hijos de la familia Arlanzón llegó al mundo con dificultades auditivas, pero esta singularidad en sus progenitores les ha llevado a dedicar buena parte de sus vidas a la atención de las personas con esta discapacidad.
La niñez de Arlanzón difirió de la que entendemos por normal, lo que le obligó a madurar más prontamente que el resto de los niños. “Con siete u ocho años acudía a interpretar a distintos actos tanto para mi padre como para otros amigos sordos. Tengo fotografías con ocho años interpretando al arzobispo de Burgos por las misas que hacía para ellos... Pasé mi infancia entre asociaciones de personas sordas”, recuerda.
De este modo, Arlanzón estuvo mucho tiempo con personas con más edad y en bares o en casas particulares, ya que en aquel entonces no había un local donde poder despachar y gestionar los asuntos que preocupaban y ocupaban a las personas sordas de Burgos.
El tardío aprendizaje de la lengua castellana le originó algún tipo de rechazo, aunque no le impidió tener “una relación perfecta y armónica con todo el mundo”, con la ventaja de que “ser bilingüe tiene un valor añadido”. Lo dice a quien todos llamaban “’el mudito’ porque mis tíos me dijeron que las primeras palabras que dije fueron ‘soy mudito’”.
Eran los años 60, tiempos difíciles en los que, sin embargo, “tenías oportunidades de relacionarte y tener actividades fuera de lo normal o del fútbol. Había agrupaciones de carácter político o religioso, como el movimiento de la OJE (Organización Juvenil Española). Desde muy niño fui de campamento con ellos y participé en actividades de grupo en estos entornos”.
Intérprete del arzobispo de Burgos con ocho años
Ser el intérprete del arzobispo de Burgos, Segundo García de Sierra y Méndez, facilitó a Arlanzón el desarrollo de sus estudios, lo que habría sido complicado sin esta ayuda debido al origen familiar humilde de un joven que no sabía decir que no a nada.
Arlanzón cursó estudios universitarios de químicas, aunque también, por necesidades de la atención a las personas sordas, logopedia y psicología. Compaginaba los libros con trabajos esporádicos en obras, panaderías o carnicerías, y con clases que impartía a grupos de personas con esta discapacidad por las tardes o noches.
Su bonhomía le llevó a volcarse en actividades para este sector de la población. “No sabía decir que no a nada. Recuerdo que, en 1977, la primera presidenta de la asociación de padres de niños sordos de Burgos me llamó para que echara una mano y ayudara a un grupo de 34 personas con esta discapacidad a sacarse el carné de conducir. “Fue un hecho histórico, una experiencia pionera en España”, recalca.
Era 1977, año en que nació ARANS-BUR (Asociación de Familias de Personas Sordas de Burgos), entidad a la que siempre ha estado vinculado y de la cual es el gerente desde 1982. De hecho, está casado con una mujer oyente a la que conoció como administradora de la asociación.
“Profesionalmente, estoy dedicado a las personas sordas desde que tenía 18 años, dando clases para un grupo de alumnos sordos de auxiliar de laboratorio y, en 1982 como director del Centro María Cristina, de ARANS-BUR. Empecé a hacer gestiones de logopedia, que en aquellos tiempos eran más trabajo de realización que de comprensión, y hasta ahora”, apunta.
Arlanzón comenta que “el origen de la asociación fue voluntario. La primera residencia que tuvo fue de 1978 a 1982, con un piso que acogía a siete niños sordos y yo me encargaba de coordinar las actividades y de preparar los apoyos escolares. En 1982 dejé el otro trabajo que tenía, en una planta química de industria textil, y pasé a dedicarme por completo a ARANS-BUR y al movimiento asociativo de las personas con discapacidad”.
“Eran tiempos muy difíciles y no como ahora, en que una vez que recibes el diagnóstico, con la atención temprana, sabes a dónde ir. Entonces no había esa información. El otorrino decía que el niño era sordo y ancha es Castilla, búscate la vida. Las soluciones eran ir a colegios de sordos, que estaban en Madrid, Valencia, Astorga y Bilbao, ya que en Burgos, uno de los primeros colegios de sordos de España estaba en fase de desaparecer. Los padres estaban muy desorientados y ahí estaba mi labor del conocimiento de lo que es un niño sordo para orientarles y enfocarles en el trabajo”, explica.
Colaboración con otras entidades
La labor de Arlanzón no se circunscribía a ARANS-BUR. Por ejemplo, contribuyó a plantar la semilla de FIAPAS (Confederación Española de Familias de Personas Sordas), con reuniones en la desaparecida Fundación Proas, que contaba con profesionales que orientaban a los padres en toda España.
Hace 12 años que no pertenece a la Junta Directiva de FIAPAS, pero forma parte de algunas comisiones, como la de normalización de la norma del subtitulado. “A través de ARANS-BUR constituimos la empresa Mira lo Que te Digo (MQD), que fue pionera en España en subtitulado en directo y ahora mismo estamos ofreciendo los servicios de accesibilidad a FIAPAS y a otras empresas”, precisa.
También ha colaborado con la Confederación Estatal de Personas Sordas (CNSE) y con la Federación Europea de Asociaciones de Padres y Amigos de los Sordos (FEDEPA), y estuvo presente en la constitución del CERMI, a mediados de los 90.
“La creación del CERMI tuvo sus dificultades porque en el colectivo de personas sordas había diferencias ideológicas bastante marcadas en aquella época, una con tendencia hacia el apoyo a la lengua de signos (CNSE) y la otra hacia el oralismo (FIAPAS), y con posturas eclécticas como la mía. Previamente a la constitución del CERMI se creó un órgano que se llamaba COE (Coordinadora de Sordos), con reuniones con el presidente de la CNSE, Luis Cañón, y de FIAPAS, Luis Cervantes. Acudíamos a aquellas reuniones y me caractericé por hacer de catalizador o comodín por tener un talante más dialogante y más próximo por mi condición de ser hijo de sordos y vinculado con la lengua de signos y, al mismo tiempo, con FIAPAS”, relata.
Actualmente, Arlanzón continúa vinculado a las dos grandes organizadores de personas sordas en España. “Soy defensor de las personas sordas y de todas las posiciones. No tengo problemas con una corriente oralista y otra de lengua de signos. Todas son importantes porque no hay dos sorderas iguales”, afirma.
Además, Arlanzón participó en la creación del CERMI Castilla y León, nacida en 2000 bajo los principios de “consenso, unidad y acuerdo entre todos”. “Fue difícil porque inicialmente había muchas posturas, e incluso competíamos entre sí las entidades de personas con discapacidad física con sensoriales y psíquica”. Desde 2010 y hasta enero de 2013, Arlanzón ocupó la Presidencia de este CERMI autonómico.
Nueva generación de personas sordas
Después de 39 años ligado a las personas con discapacidad, Arlanzón vislumbra aspectos positivos: “Hay una generación totalmente nueva de personas sordas que no tiene nada que ver con las que nacían o tenían 10 ó 15 años en aquel entonces, las cuales estaban bastante limitadas en su formación. Eran personas con unas capacidades intelectuales normales, pero, sin embargo, con el desconocimiento que había en aquella época y la escasa legislación se veían obligados a hacer trabajos de baja cualificación, poca formación y muy poca comprensión por su entorno social”.
Y continúa: “Estamos hablando de una época en la que los padres tenían que peregrinar porque habían oído que en tal ciudad había un especialista extraordinario que conseguía evaluar a los niños sordos. Había mucha desinformación, en general. El hecho de contar con asociaciones ayudó a que los padres no tuviesen que peregrinar, ya que en aquellos años, estaban con sus hijos desde el verano hasta las navidades, luego sólo les veían en las vacaciones y había niños de cuatro o cinco años que no conocían a sus hermanos, vecinos...”.
Arlanzón recalca que, “poco a poco, con la LISMI de 1982, empezaron a desaparecer los colegios de sordos y aparecieron los principios de integración y normalización. Todo fue cambiando paulatinamente hasta llegar a estos últimos años, con unas reformas legales que nos han puesto a la cabeza de Europa e incluso del mundo en cuanto a derechos”.
En relación a las personas sordas, para Arlanzón el principal hito es, “sobre todo, el diagnóstico precoz”, aunque también menciona la “revolución” del implante coclear y el reconocimiento legal de la lengua de signos en 2007. “Estamos hablando de una nueva generación de personas sordas que no tiene nada que ver con las anteriores. Hablamos de niños implantados que pueden mantener una conversación e incluso aprender inglés y participar en igualdad de oportunidades que el resto de sus compañeros”, agrega.
“Proceso perverso”
Sin embargo, advierte de “un proceso inverso o perverso”: “En los años 70 u 80 era fácil ponerse en el lugar de una persona sorda y saber lo duro y dramático que suponía ser una persona aislada, que no podía atender el teléfono ni oír la radio ni ver la televisión. Eso la gente lo entendía muy bien. Ahora se da el proceso contrario: la gente piensa que qué problema tiene el sordo. La mal llamada ley de dependencia está contribuyendo a ese efecto perverso de desconocer la realidad de la discapacidad. No hay una conciencia social del problema del aislamiento, de la falta de accesibilidad a la comunicación y a la información. Aunque se ha avanzado mucho tecnológicamente, muchas herramientas y recursos no se consideran socialmente tan importantes como para otro tipo de patologías”.
La crisis económica ha contribuido a agravar esta situación, según Arlanzón, por las políticas de recortes y ajustes. “Ya no hay subvenciones en Castilla y León a las entidades y nos hemos visto obligados a cerrar la sede de la Federación de Asociaciones de Padres de Sordos en Valladolid porque no teníamos recursos para mantener el teléfono, la luz ni nada. Las asociaciones también ven peligrar su futuro porque las medidas de ahora son en función de los derechos de las personas y no del colectivo. Entonces, llegará un momento en que una persona acudirá a la administración y, en función de los derechos que tiene, le darán para una prótesis, pero no se va a encontrar con ese elemento aglutinador que era el movimiento asociativo”.
Aficionado a la lectura, la jardinería, los bonsais y la cocina, el futuro personal de Arlanzón corre parejo a las personas sordas porque “siempre hay alguna situación de indefensión”, y menciona que Burgos fue una de las ciudades que logró el pleno empleo entre las personas sordas a finales de los años 90, gracias a algunas ayudas europeas, situación que se ha cambiado con altas cotas de desempleo.